Las crisis o ataques de pánico son episodios agudos y repentinos caracterizados por un sensaciones físicas intensas, incómodas y angustiantes que aparecen sin ninguna causa, y remiten al cabo de unos minutos. Para la persona que los sufre, se trata de cuadros graves y alarmantes en los que experimenta un miedo intenso, pensamientos de que algo malo va a suceder o que está sufriendo un ataque cardíaco.
La crisis de pánico se presenta de manera abrupta, en incremento gradual hasta alcanzar un máximo de síntomas, y posteriormente una desaparición progresiva de los mismos, todo lo cual transcurre en un tiempo no mayor a veinte minutos.
Síntomas de una crisis de pánico
Entre los síntomas físicos, la persona puede experimentar dolor torácico moderado, sensación de opresión en el pecho, dificultad respiratoria, sudoración, aumento de la frecuencia cardíaca, hiperventilación, mareos, náuseas intensas y otros síntomas gastrointestinales. La mayor angustia se produce a consecuencia de los síntomas psicológicos; la persona experimenta una reacción exagerada ante estos cambios físicos, miedo, temor, sensación de muerte o de que algo malo va a suceder a su alrededor, tiene un pensamiento desorganizado y compromiso del razonamiento. Cuando los síntomas desaparecen, la persona no manifiesta señales de enfermedad física que expliquen lo sucedido.
¿Por qué se producen las crisis de pánico?
Los ataques de pánico son resultado de una reacción desorganizada y descontrolada resultado de la actividad del sistema nervioso autónomo simpático, que controla muchas funciones inconscientes de nuestro cuerpo y es el mismo que se activa ante situaciones de peligro en respuestas normales.
Si estás en una calle oscura y percibes que alguien sospechoso se acerca, tu cuerpo reacciona activando el sistema nervioso simpático, el cual a su vez, libera adrenalina para aumentar la frecuencia cardíaca, llevando más sangre a los músculos, y acelerando tu pensamiento para que reacciones con una solución, en cuyo caso sería “huir” de ese peligro. Esto es lo que sucede normalmente, un estimulo lleva a esa activación.
En la crisis de pánico no existe tal estímulo, la liberación de adrenalina es descontrolada y exagerada, por lo cual la persona comienza a tener síntomas de alarma que interpreta como si estuviera enferma de gravedad o como si algo terrible va a suceder. La activación del sistema nervioso simpático es limitada, y alrededor de veinte minutos los efectos inducidos por la liberación de adrenalina en el cuerpo desaparecen y la persona regresa a su estado previo antes de la crisis.
Las crisis de pánico pueden aparecer en cualquier situación, una única vez en la vida, o ser constantes y repetidas. En caso de que sean muy frecuentes y comprometan las actividades de la persona, es importante acudir al médico para una evaluación completa de los síntomas y mayores estudios.
¿Cómo manejar una crisis de pánico?
La primera vez que se presente una crisis de pánico lo ideal es acudir a un servicio de urgencias para un diagnóstico preciso por un profesional, ya que los síntomas de la crisis también están presentes en otras enfermedades graves como desordenes de hormonas tiroideas, intoxicaciones por medicamentos o drogas y ataques cardíacos.
En el caso de que sufras de ataques de pánico ya diagnosticados por el especialista, puedes aplicar los siguientes pasos en el momento de las crisis:
- Practica la respiración. Conscientemente, trata de mantener una frecuencia respiratoria adecuada, evitando la hiperventilación característica de la crisis de pánico; practica una respiración lenta y profunda, cuenta hasta tres para inspirar, y hasta dos para exhalar.
- Pregúntate sobre lo que te está sucediendo. Ya sabes que sufres de crisis de pánico, probablemente estás en un ambiente seguro y de la nada comenzaron a aparecer los síntomas, cuestiona las ideas que te dicen que te pasará algo grave o que algo malo va a suceder, te darás cuenta que no tienen fundamento.
- Busca ayuda cuando necesario. Puede ser que te sientas mejor si alguien conocido está a tu lado para acompañarte durante el momento de la crisis. En los períodos sin crisis es recomendable conversar con tu familia, pareja y amigos cercanos sobre tu diagnóstico y que ellos sepan cómo pueden ayudarte cuando se presente el ataque de pánico.
- Enfoca tu atención. Dirige tu atención activamente para desviarla de los síntomas y sensaciones que acompañan la crisis; puedes enfocarte en algún objeto del ambiente y tratar de concentrarte en ello para reducir las manifestaciones psicológicas.
- Medicaciones. Si estás bajo algún tratamiento médico recuerda mantener tus medicaciones cerca y cumplir al pie de la letra los horarios.
- Acude al médico si se presenta algo nuevo. Si la crisis de pánico cambia, se hace más frecuente, los síntomas son más graves o permanece por más de media hora, acude al médico para una nueva valoración.
Otros consejos
Además de seguir las orientaciones específicas del médico sobre tu plan de tratamiento, haz ajustes en tu vida para que sea más saludable.
- Evita el consumo de estimulantes o depresores del sistema nervioso, como el café, el alcohol, el tabaco y las drogas, ya que estos pueden empeorar los ataques
- Practica técnicas de meditación y control de estrés
- Realiza ejercicio físico regular
- Mantén buenos hábitos de sueño
- Únete a grupos de apoyo